sábado, 4 de octubre de 2014

El Alma: entre la materia y el Espíritu


Desde que el ser humano se conoce como tal, tuvo la concepción de que más allá de esta vida material, se halla otra inmaterial e imperecedera. Desde entonces, existió la noción de que el ser humano (e incluso animales y plantas) tenían dos principios que los conformaban, uno material y otro espiritual, que se expresa en distintas culturas como la partición del Cielo de la Tierra o la Creación de la Tierra y el Cielo y en el caso judeocristiano, en la creación del ser humano, que se crea a partir del barro y el soplo de vida del Creador.

De aquí viene la primera concepción del ser humano, una dicotomía que habla de un cuerpo físico y un Espíritu. Sin embargo, estos dos principios interaccionan y se sintetizan en un tercer principio, dando pie a una tricotomía: cuerpo físico, alma y espíritu. En la Biblia se apoya la tricotomía:

 “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:23)
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)

En la tricotomía hallamos que el cuerpo físico es la envoltura material, constituido de carne, huesos y sangre, que a su vez se compone de los elementos de la Naturaleza en compuestos, moléculas y átomos; pero éste es incapaz de vivir por sí mismo, pues no difiere de los elementos sin vida que lo conforman. El cuerpo se halla en el reino material, donde existe el tiempo y el espacio y todas las leyes físicas que nos limitan, dando lugar a la juventud y la vejez, la vida y la muerte y a la diversidad infinita de todas las cosas.

El Espíritu, al contrario, es la Esencia de todas las cosas, etéreo, imperecedero e infinito. Todas las tradiciones apuntan a que estuvo antes que todo y permanecerá incluso cuando todo haya desaparecido. Éste es inmortal e intemporal, fluye no en el espacio pues es todo, y no en el tiempo, pues está siempre en un eterno presente. En los seres vivos, les da la vida eterna y cualidades como la virtud inmortal. El reino espiritual es Uno, Infinito y Eterno, contiene todo y nada a la vez, en esa dimensión, todos y todo es sólo Uno.

El Alma es la interacción entre el principio material y el espiritual. Así como entre el estado gaseoso de la materia y el sólido, se halla el estado líquido, así es igual en la concepción tripartita del ser. El alma en parte es la vida insuflada en el cuerpo, lo que le permite respirar, moverse y llevar a cabo sus necesidades primarias; pero también es lo que nos permite pensar, sentir, inteligir e intuir; así mismo, es una expresión de lo que nos hace únicos pero iguales a los demás, nuestra mente o consciencia.

Mientras todos los cuerpos son distintos y todo el Espíritu es lo mismo, el alma contiene en sí mismo la paradoja de hacernos únicos pero compartiendo en todo sentido nuestras cualidades, como un bosque de pinos, donde cada uno es maravilloso en sí mismo, pero igual a los demás. En el reino astral existe el tiempo y el espacio, pero estos no son estáticos y cerrados, sino flexibles y movibles.

A pesar de que nuestra tricotomía es la base de todo el estudio del ser humano, no debemos perder de vista que somos seres únicos, es decir, que los tres aspectos son sólo partes de lo que nos conforma. Mientras la concepción judeocristiana dejó asentada la concepción triple del ser, y que es la base de todos los sistemas filosóficos, algunos como el hinduista nos ofrecen un esquema quíntuple, donde hallamos:

1) Annamaya-kosha (envoltura corpórea o física)
2) Pranamaya-kosha (envoltura vital o pránica)
3) Manomaya-kosha (envoltura mental, que recibe impresiones sensoriales)
4) Vijnanamaya-kosha (envoltura intelectual, con las facultades de discriminación y voluntad)
5) Anandamaya-kosha (envoltura de beatitud)

En esta clasificación, el alma se halla diseminada en los últimos cuatro koshas y el Atman (chispa divina o Espíritu) permanece separado de sus cinco envolturas.

En la enseñanza teosófica, se habla de la base de tres, pero que a su vez sostiene siete grados o cuerpos que contiene el hombre. La base efectivamente es de cuerpo, alma y espíritu, pero éstas a su vez se dividen, según sus capacidades y dones.

Las siete “partes” que constituyen este hombre septenario son:
1) Cuerpo físico.

El alma que se compone de:
2) Cuerpo pránico o vital, de naturaleza etérea y que es la contraparte del cuerpo etero-físico, quien lo anima y le insufla la vida. Sobre los canales de este cuerpo (llamados también “nadis” o “meridianos”) actúan fundamentalmente algunas de las formas terapéuticas que utiliza el hombre como la acupuntura, homeopatía, etc.
3) Cuerpo emocional o astral, es el asiento donde se manifiestan las pasiones, las emociones y los sentimientos, desde los más sublimes a los más egoístas. Mediante técnicas avanzadas, es posible lograr una separación consciente del cuerpo emocional mediante el llamado “viaje astral”, aunque vale la pena aclarar que durante el sueño todos nos desdoblamos astralmente (aunque inconscientemente).
4) Cuerpo mental inferior o kama-manas (“kama”, deseo y “manas”, mente), es donde residen nuestros pensamientos teñidos de deseo. Esta es la mente egoísta al servicio de las necesidades (reales o ilusorias) del “Yo inferior”.
Los cuatro cuerpos anteriormente reseñados constituyen el llamado “cuaternario inferior”, es decir la parte mortal del ser humano. Este “cuaternario” es el complemento perecedero de nuestro “Yo más alto” o “Tríada superior”, constituida por:
5) Manas (Mente superior)
6) Buddhi (Cuerpo intuicional)

Y finalmente, el
7) Atman o Espíritu.


El Alma es ese puente, esa parte inmaterial que nos conforma, nos da vida y nos da la capacidad de evolucionar y cambiarnos a nosotros mismos. Cuando llega el final de nuestros días terrestres, la parte material del alma se despoja al igual que nuestro cuerpo físico y la parte inmortal persiste en un viaje, que varía según las distintas culturas, pero en el que todas concuerdan que es para el desarrollo espiritual, para regresar, algún día, con el Padre que está en los Cielos.