
El rey se entristeció en demasía, tanto que no comía y no bebía. La reina estaba muy preocupada por su esposo, y proclamó por el reino que aquél que pudiera devolver la alegría a su esposo, sería muy bien recompensado. De todas partes, llegaron magos, malabaristas, acróbatas, artistas de la más diversa índole. Pero ninguno agradaba al rey. Hasta que un día, un monje llegó al palacio.
Él le enseñó un curioso juego, que consistía en un tablero
cuadrado, con 64 casillas, 32 blancas y 32 negras y 6 tipos de piezas:
peones, elefantes (caballos), torres,
príncipes (alfiles), rey y reina. El juego era el ajedrez y el rey se interesó
mucho; día con día aprendía más y más a jugar con el monje, aunque no le
gustaba perder piezas. Hasta que en una ocasión, el rey tenía que sacrificar a
su alfil para ganar el juego. "A veces hay que sacrificar un príncipe para
salvar un reino", dijo el monje. El rey reflexionó las sabias palabras del
hombre santo y por fin su corazón se alegró.

En recompensa el rey ofreció al monje lo que él deseara. El hombre no deseaba nada, pero el rey insistió tanto, que él le pidió un grano de trigo por el primer cuadro del tablero, dos por el segundo, cuatro por el tercero y así hasta completarse los 64 cuadros. El rey pensó que era algo insignificante, pero cuando el escriba hizo sus cálculos, determinó que no había suficiente grano en todo el reino para saldar la deuda. El monje sonrió y le dijo "recuerde que el ajedrez es el juego de la vida, y uno debe pensar dos veces antes de mover su pieza, antes de hablar y antes de actuar" y liberó al rey de su promesa.
El rey aprendió tanto del monje y su juego de ajedrez, que decidió expandirlo por el mundo. El día de hoy millones de personas juegan este maravilloso juego, aunque pocos conocen el significado detrás de los símbolos del tablero y las piezas.
El tablero es un cuadrado con 64 cuadros dentro, 32 blancos y 32 negros. El cuadrado es una figura de 4 lados de igual medida y 4 ángulos rectos. Está conformado por 2 lados horizontales paralelos y perpendicularmente otros dos lados verticales paralelos entre sí, siendo una figura equilibrada, estable y estática. El número 4 está asociado con la materia y sus cuatro elementos: aire, agua, fuego y tierra; también con los 4 puntos cardinales de la Tierra: Oriente, Occidente, Sur y Norte.
Las líneas verticales simbolizan la unión entre lo que está arriba con lo de abajo, lo Celestial y lo Infernal, lo Espiritual y lo material, Dios y el hombre; además de marcar que todas las jerarquías se encuentran bajo una misma ley que desciende o asciende. Mientras que las líneas horizontales representan la igualdad sin jerarquías, la naturaleza igual de todas las cosas en Oriente y Occidente, que une lo que está en el lado derecho con el izquierdo, la luz y las tinieblas, lo masculino y lo femenino.
Ahora bien, el tablero de ajedrez se conforma por 32 cuadros blancos y 32 negros. El blanco y el negro simbolizan nuevamente las polaridades: masculino-femenino, negativo-positivo, vida-muerte, ying-yang, lo bueno y lo malo; que en el tablero, que simboliza el mundo y el camino de la vida, representan las buenas y malas acciones, las adversidades y los triunfos por sobre estas, los logros y derrotas; enseñándonos que debemos avanzar por sobre las adversidades al igual que lo haríamos por lo venturoso, por lo malo igual que por lo bueno. De igual forma, nos enseña a tratar a todos los seres humanos
de igual forma, sin importar su raza, sexo, religión o ninguna otra índole,
pues lo único que nos hace diferentes es el vicio y la virtud.
Hay seis tipos de piezas: Rey, Reina, Alfiles, Caballos, Torres y Peones. Las Torres son 4 y marcan las esquinas del tablero. En una primera instancia, representan el castillo, la fortaleza y el hogar. Son el edificio que resguarda los tesoros ocultos, y el hogar donde reside el fuego sagrado. La Torre representa lo inamovible, lo material y lo físico. Sus movimientos son fuertes y rectos, horizontales y verticales, directos y poderosos. Al igual que lo material es determinante y directo, es como es.

El Caballo es la única pieza capaz de saltar a otras piezas con su movimiento en forma de "L" simboliza el intelecto que vence las pasiones y eleva al espíritu. En cada ejército del ajedrez hay dos caballos, uno que representa la inteligencia material y el otro la intuición espiritual, que deben complementarse para jugar en el tablero de la vida.

Esta pieza tiene la particularidad de que blancos o negros, jamás cambiarán su color, lo que significa que uno es el emisario de la vida y el otro de la muerte, del principio y del fin, los dos principios antagónicos y complementarios. Como guardianes del Rey y la Reina, que representan fuerzas cósmicas, son los sacerdotes con la llave de las puertas celestiales, que atan y desatan en la Tierra.


También simboliza al Sol, el Astro Rey, que gobierna el día, el mundo luminoso de las ideas y los pensamientos, la Individualidad y lo Único, que rige la Verdad y la Justicia, y esclarece las almas. En el tablero sólo existen dos Reyes, que simbolizan al Ser y al No-Ser, al Visible y al Invisible, que en el tablero luchan pero que son complementarios. Esta es la pieza más poderosa e importante del tablero, al capturar al Rey oponente, hemos vencido.
Pero aún queda otra pieza muy importante para el juego, una que es fundamental: el Peón, que a primera vista, resulta ser el campesino, el plebeyo que forma parte del pueblo regido por el rey. Pero recordemos que la fuerza de un reino no viene de sus gobernantes, sino de sus gobernados. Los peones son la primera línea, quienes conforman el grueso del ejército.

En la mayoría de los casos, los peones no avanzan más allá de la 3a o 4a casilla. Pero aquellos que logran pasar las 7 casillas (que representan el número de la perfección, las 7 vibraciones universales que ascienden de la Tierra al Cielo) logran transformarse en lo que deseen, son el hombre realizado, el héroe que ha alcanzado la Inmortalidad y ha abandonado su condición humana para convertirse en algo más, quien ha trascendido las pruebas terribles para encontrarse con la Divinidad y ser uno con ella.