jueves, 2 de julio de 2009

La Madre olvidada: La Naturaleza

La Naturaleza, como bien sabían nuestros antepasados, es nuestra primera Madre: Ella nos da alimento, techo y sustento; nos brinda su cuerpo para arar, sus frutos para comer, sus materias para hacernos más fácil la vida. Fue por ello que la primera manifestación palpable de la Divinidad fue la Gran Diosa Madre, que podemos observar tallada en piedra en la tan famosa "Venus de Willendorf".

Y es que los primeros dioses de la humanidad eran regentes del rayo, el sol, la tierra, el río y aquellas fuerzas primarias que interactuaban en el mundo, capaces de dar la vida y quitarla. Actualmente, esta situación primaria de la humanidad vuelve despreciativo al hombre, que habla de superstición e ignorancia de nuestros ancestros, y con esta despreciación de las antiguas deidades, también viene inmerso ese desprecio por la Naturaleza, que sufre por la falta de visión y la ambición excesiva del hombre moderno.

Los Sioux, uno de los tantos pueblos nativos de lo que hoy es E.U.A., llamaban Madre a la Tierra y decían: "Todo paso que damos encima de ti debería darse en forma sagrada, cada paso debería ser una plegaria" La visión occidental del mundo, nos dice que la naturaleza es salvaje y debe ser domada por el hombre, sin embargo, los pensadores sioux mencionaban: "Sólo para el hombre blanco es un territorio "agreste" e "infestado" de animales "salvajes" y "gente bárbara". Para nosotros todo era gentil, la Tierra era hermosa y estábamos rodeados de las bendiciones del Gran Misterio".

Ciertamente la naturaleza es algo maravilloso. A veces hermosa, a veces terrible, pero siempre es algo fantástico. La Gran Madre fue manifestada por los antiguos mesoamericanos en Tonantzin y Coatlicue. La primera era la Madre bondadosa, que daba alimentos y sustento a sus hijos, la que los abrazaba y cobijaba en su lecho, la que los daba a luz y les infundía nueva vida; la segunda era la iracunda, la destructora, la que destruía y devoraba todo a su paso. Ambas, aunque pudieran parecer antagónicas, son facetas de lo mismo, son la Tierra que nos da, al igual que nos quita. Es la Madre que nos da a luz y que al final nos devora cuando regresamos a su vientre, para volver a salir en forma de algo más.

Todas las antiguas culturas tenían a su Gran Madre la Naturaleza en un pedestal muy alto. Todos los Avatares y personas iluminadas (no en un sentido búdico necesariamente) han mantenido esta idea viva. Ahí tenemos a Jesús ayunando en medio del desierto, rodeado de bestias; a Siddharta en medio de la selva bajo el Árbol Boddhi; a Ram meditando en lo profundo del bosque.

Una figura que resulta recurrente es la de San Francisco de Asís, uno de los grandes hombres iluminados. Él se encontraba en una unión mística con la Naturaleza, a la que él concebía como el más grande regalo de Dios. "Todos están obligados a la pobreza para vivir la experiencia de todas las cosas como un don, tal como hacen los animales". Francisco apreciaba a toda la Naturaleza como una hermana suya y a todo lo que formaba parte de ella como sus hermanos, viéndose siempre rodeado de aves, ardillas y animales del bosque, incluyendo al terrible lobo de Grecchio que también consideraba su hermano.

La mitología nos brinda también, dioses cornados o astados, Grandes Espíritus protectores de la naturaleza. El Pan y Sileno griegos; El Fauno y Silvano romanos; El Cerunnos celta; sus hijos, los sátiros, silenos, faunos y duendecillos... Todos ellos son manifestaciones de la potencia y energía masculina de la naturaleza. Indomables, libres llegando al libertinaje, alegres y lujuriosos, así son los espíritus de la Naturaleza, porque no hay nada en el mundo que detenga la acción natural, la vida llama a la vida y engendra más vida; éste es el significado del Dios Natural.

Y es que la Naturaleza, cuyo sinónimo es Vida, no puede ser controlada, la vida no se controla, se vive. Los seres humanos luchamos por controlar la vida y en nuestra lucha enfrascada la destruimos. Y aún cuando no deseamos que la hierba crezca en medio de la acera y nos empeñamos por cortarla, eso sólo nos demuestra el gran milagro de la Naturaleza, que siempre busca el equilibrio, sin excepción.

La Madre Naturaleza debe volver a nuestros altares, de manera literal o simbólica, si deseamos que sobreviva y si deseamos sobrevivir. Debemos darnos cuenta de que somos parte de la Naturaleza. Aún cuando nos esforcemos demasiado en colocarnos por encima de ella, como sus dueños y dominadores, somos en realidad sus hijos. Es momento de despertar y reaccionar, de recordar a la Madre olvidada, la Naturaleza.

"Sólo obedeciéndola, se doblega a la Naturaleza"
Francis Bacon

5 comentarios:

  1. A veces pienso que "el progreso" es el más grande error...

    Después de todo, hay quienes buscan los 150 años de vida humana. Un momento en paz es más satisfactorio que toda la eternidad en medio de la ciudad, la autocondena de la carrera al abismo.

    Qué feliz debió ser la humanidad del neolítico. O eso piensa Paz, y me convence.

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado tu blog. Seguiré leyendolo cada vez que pueda.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  3. La Madre Naturaleza debe volver a nuestros altares. No cabe duda. Palabras acertadas que reivindicam el equilibrio entre lo masculino y lo femenino como fuerzas de la misma importancia y valor. Hace falta que el mundo recupere a la feminidad como potencia creadora de todo cuanto hacemos. Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. delia margarita ramos tellez14 de octubre de 2009, 13:40

    es impresionante si todos nos interesaramos en nuestros antepasados todavia quedaria entre nosotros;esta muy interesante tu blog,y las imagenes wooooo!!!!!

    ResponderEliminar
  5. que pena que las grandes praderas de estados unidos desaparecieran por cul pa del hombre blanco.sus primeros moradores como los sioux las cuidaban ellos pensaban que cada animal cada roca cada rio... habia ke protegerlo y cuidarlo.yo seguiria su ejemplo de no ser por la sociedad que tenemos actual mente .estamos matando a la madre tierra.

    ResponderEliminar