
En la antigua Grecia, la palabra héroe no tenía que ver mucho con lo que conocemos actualmente como heroismo, que es ser ilustre por las buenas acciones cometidas y la defensa de los ideales; sino que era sinónimo de una persona "fuera de lo común", es decir, que se destacaba del resto por sus acciones históricas, fueran buenas o malas. De ahí que tengamos héroes como el caprichoso Aquiles en la guerra de Troya; al nefasto Minos y sus "tributos" de jóvenes atenienses al minotauro; y al incompetente Faetón llevando el carro del Sol sin saber cómo dirigirlo.

La heroicidad en muchas ocasiones resulta paradójica, tenemos el caso de los héroes Héctor y Aquiles, encontrándose en feroz enfrentamiento; de igual forma tenemos a Cuauhtémoc y Cortés, a Guerrero e Iturbide, a Juárez y Díaz, entre tantos otros. Cada uno de ellos luchando por lo que creía correcto, y porque no, por sus intereses e ideales personales. Muchos de ellos han sido víctimas del maniqueísmo y son considerados héroes ó villanos, sin más. Es por ello que Juárez con todos sus defectos es considerado uno de los grandes hombres de la historia mexicana, en tanto que Santa Anna es el traidor vendepatrias.

Porfirio Díaz y Antonio López de Santa Anna comenzaron como verdaderos héroes de guerra, que lucharon por su nación y la defendieron con valentía, coraje y honor. Pero como dice Joseph Campbell en El Héroe de las mil caras: "El héroe de ayer, será el tirano de mañana a menos que se crucifique a sí mismo hoy". Los héroes, para permanecer como tales, deben mantenerse al margen del poder o morir en él, ya que, de lo contrario, se transforman en aquello que se prometieron destruir. De ahí que el célebre Emiliano Zapata se negará a sentarse en la silla presidencial, porque quienes se sientan ahí se corrompen.

Por nuestras venas corre sangre patriótica, heroíca. Yo disentiría un poco con los antiguos griegos en su definición de héroe, porque héroes son todos aquellos que se esfuerzan y dan lo máximo por ellos y por los demás, no importando el reconocimiento de la historia y los hombres, sino por el simple hecho de ser mejores. De nuestros héroes debemos ver siempre el lado positivo y explotar ése mismo al máximo, porque todos tenemos nuestros defectos, pero sólo la virtud es digna de exaltarse.

Pero no se trata simplemente de ver los monumentos y mirar al pasado, sino de fijar la vista en el presente y actuar con los altos ideales con que lucharon en ayer, para que el día de mañana podamos contemplar el fruto de la virtud. Porque los hombres pueden morir, pero los ideales jamás. Los sueños mueren hasta que se hacen realidad. Los héroes habrán muerto, pero su esencia permanece en nosotros, y es nuestro deber el hacer realidad aquello por lo que murieron, para vivir dignamente.
Actualmente pasamos por tiempos de adversidad, tanto en nuestro país como en el mundo entero, y es importante que no nos quedemos como observadores absurdos que ven el trágico final sin hacer nada, sino llenarnos de las virtudes de nuestros héroes de antaño, invocar su valor, coraje, sabiduría, justicia, integridad y verdad; para salvar nuestras vidas y nuestra nación, y hacer que sean dignas de vivir, merecedoras de remembranza, y entonces, seremos héroes de México.
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