lunes, 16 de noviembre de 2009

Regla, vida y eseñanzas del Temple

La regla de la Orden del Temple fue proporcionada por San Bernardo de Clairvaux, un abad cisterciense que se dio a la tarea de redactar las normas internas de los caballeros, de sus actividades, su forma de comportarse, su vestimenta, su música y hasta los alimentos que debían consumir.

La regla de los templarios era conforme a las normas del Cister, con ordenamientos muy estrictos que primeramente exigían tres votos básicos de los hermanos: Pobreza, obediencia y castidad. Además de ello, a los hermanos no se les permitía hablar “cosas superfluas y vanas” ni tampoco los chistes ni la hilaridad. No tenían permitido jugar a los dados o al ajedrez, tampoco podían salir de las fortalezas sin permiso de una autoridad superior ni dedicarse al comercio o la usura.

Vivían en completa abstinencia y humildad, sólo poseyendo dos camisas, dos calzas y mantos, siendo uno para invierno y otro para verano, una capa, una túnica, un cinturón de cuero, dos bonetes, un par de sandalias y un par de zapatos. Para la batalla llevaban el manto, la capa, una cota de malla, casco, escudo, una espada, un cuchillo para pan y otro de asalto, un hacha y una lanza. Se les proporcionaban hasta tres caballos para usar uno después de otro en caso que se cansarán o cayeran en batalla. A pesar de vivir en austeridad, la Orden era muy rica y tenía por obligación destinar la décima parte de lo que poseía en pro de los más necesitados.

Estaban dedicados a la oración y a la meditación mientras permanecían en los conventos y fortalezas de la Orden. En la batalla siempre eran los primeros en ir y los últimos en regresar, y luchaban con valentía y fiereza contra el enemigo, aunque tenían la obligación de mostrar piedad y misericordia de los heridos y los rendidos.

Cuando algún hermano moría, ya fuera en paz o en guerra, debían ofrecer cien padres nuestros y una misa hasta el día séptimo y dar bebida y comida a un pobre como si fuera el hermano fallecido por cuarenta días. Si un peregrino o caballero fallecía en sus instalaciones, debían alimentar a un pobre por siete días en ofrenda a Dios por el alma del difunto.

A la hora de comer, se hacía una oración de gracias y posteriormente se leían textos de la Biblia mientras todos comían en absoluto silencio, para posteriormente dar gracias Dios por todo de lo que disfrutaban. Tenían permitido comer carne hasta tres veces a la semana, siempre y cuando no fuera Semana Santa, día de Navidad, de la Virgen o de los Santos Difuntos, en caso contrario se alimentaban de legumbres cocidas o pescado.

Tenían permitido consumir vino pero con extrema moderación y tenían que guardar ayuno ciertos días establecidos. Tenían como obligación dar la décima parte de los alimentos a los pobres diariamente.

La vida monástica-militar, comenzaba cuando el aspirante pedía admisión a la Orden, se le hacían preguntas con respecto a su linaje, a sus pecados y a los sacrificios que debería hacer para entrar y al entrar; este proceso duraba un año, en el que el candidato tenía que ir diariamente a pedir la admisión, al término del año se le permitía el acceso como novicio después de realizar una muy significativa ceremonia de iniciación.

Posteriormente podría ir escalando según sus méritos y comportamiento en los puestos de la Orden, aunque todos los caballeros sabían bien que no debían ambicionar tener puestos sino servir a Dios y a la Orden a la que se habían consagrado.

Eran hombres de honor, y las personas de la época los consideraban guerreros santos, ángeles protectores y sobre todo, amigos dignos del trato de los hombres de bien, no importando si eran cristianos, musulmanes o judíos. Se sabe que eran muy respetuosos y tolerantes con otras creencias ajenas a la suya y que trataban a todos con justicia, no importando raza, sexo o religión.

El propósito fundamental de la Orden del Temple era el de crear una civilización dedicada a Dios, una cultura que tuviera los altos valores que ellos mismos profesaban: valentía, coraje, templanza, paciencia, sabiduría, honor, cortesía, amistad, respeto y tolerancia. Entre las ideas que evidentemente tenían, aunque de manera abierta no se mencionaban, estaba que creían en un Dios Único, Creador, Redentor y Salvador, contenido tanto en la religión cristiana como en la judía y el islam, entre muchas otras, creyendo de esta manera, en una sola Divinidad expresada de diferentes maneras.

Luchar contra el materialismo, la impiedad y la tiranía del mundo; defender la santidad del individuo y afirmar la base espiritual de la existencia humana eran algunos de sus propósitos fundamentales. Los soldados templarios eran soldados de Dios, por lo tanto, debían andar con Dios para cualquier actividad que desempeñaran, siendo más que simples hombres. Tenían la obligación de ser los caballeros y monjes más humildes, más nobles, más valientes, más caballerosos, más generosos, más honestos y los más corteses, superándose día con día y sirviendo a Dios y a la Orden por encima de todo.

1 comentario:

  1. Saludos mi estimado Héctor, muy buena entrada por cierto. A ver qué día nos ponemos de acuerdo para vernos y tener una amena charla. Que sigas por el camino de la luz y que la Tripotencia te acompañe. Un abrazo.

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