El rey Acrisio estaba muy preocupado. Por más que se había esforzado, su reina no le daba un hijo varón para continuar su estirpe. La única descendencia que tenía era su bella hija, Danaé. Así que el rey de Argos se dirigió al Oráculo.
Pero el Oráculo jamás responde una pregunta sin enigma, da una respuesta pero suscita muchas más preguntas. Acrisio preguntó acerca de tener un hijo varón. El Oráculo le respondió que habría un niño, pero que no sería hijo suyo, sino de su hija, Danaé. Este niño estaría destinado a matarlo un día.
El rey, aterrorizado, mandó encerrar a su hija en una torre. Nadie podría verla y así, no podría embarazarse ni tener al hijo al que tanto temía. Danaé vivía en una obscuridad casi completa, a excepción de la brillante luz del sol que entraba por una ventana de la mazmorra.
Lo que el rey Acrisio no sabía, era que Zeus había estado viendo la bella y amable figura de su hija, mirando a través de su ventana. Así, que se convirtió en la luz más brillante, de oro solar, bañando a la princesa en un halo de irradiante luz. Danaé quedó encinta del rey de los dioses. Algún tiempo después nació Perseo. El silencio que reinaba en el palacio desde la prisión de Danaé se rompió y comenzaron a oírse risas y alegría.
El rey apresurado subió a la torre a ver que sucedía. Grande fue su sorpresa al ver a su hija y al que era su nieto. Acrisio sabía que no podía matar él mismo a Perseo, pues podría traer para sí la ira de Zeus, así que decidió encerrar a Danaé y su hijo en un sarcófago, arrojándolo posteriormente al mar, esperando que las olas los arrastraran hacía la muerte.
Pero Zeus tenía un destino diferente para ambos. Un pescador, llamado Dictis, encontró el sarcófago y rescató de su interior a Danaé y Perseo. Desde entonces, madre e hijo vivieron una existencia humilde como pescadores en Serifos. Pero la bella Danaé atrajo las miradas de Polidectes, el gobernante de la isla, que deseoso de poseerla, vio al joven Perseo como un obstáculo.
Así que decidió pedirle al joven un regalo de bodas supuestamente de su casamiento con Hipodamia, que era una cortina de humo. Sabiendo que no tendría con que pagar el presente, Perseo ofreció en su lugar la cabeza de Medusa, la gorgona. Ésta vivía junto con sus hermanas lejos, en un lugar desconocido de donde nadie había regresado nunca.
Las gorgonas eran seres monstruosos, mujeres con aliento fétido como la muerte, alas de bronce y una cabellera de serpientes. Esteno y Euriale, eran inmortales al haber sido concebidas por Forcis y Ceto, monstruosas deidades de la profunda obscuridad del océano. Medusa era la única mortal, ya que había sido una sacerdotisa castigada por Atenea, por profanar su templo al haber yacido junto a Posedón, el rey de los mares, dentro de él. Los largos y hermosos cabellos de Medusa se convirtieron en serpientes y Atenea se aseguró de que ningún hombre volviera a mirarla, dándole una vista que transformaba a cualquiera que la viera en piedra. Grandes guerreros, reyes y príncipes, ejércitos enteros intentaron matarla, pero en vano.
Polidectes creyó haber triunfado en su intento por comprometerse con Danaé, ya que su hijo emprendería un viaje suicida del que pensó que no regresaría. Pero Perseo no estaba solo. Zeus cuidaba bien de su hijo, y mandó a Hermes, el mensajero de los dioses y a Atenea, la diosa de la sabiduría, a auxiliarle.
Ambos le dieron regalos para poder completar la gran hazaña que estaba dispuesto a hacer: una poderosa hoz para cortar la cabeza de la gorgona, un brillante escudo y un par de sandalias aladas. La divinidad del ingenio y la del conocimiento le aconsejaron a viajar al Inframundo, para preguntar a las grayas, hermanas de Medusa, donde podría encontrarle.
Perseo partió al Inframundo. Gracias a las sandalias aladas que le había proporcionado Hermes, pudo pasar sin problemas por sobre el río Esitigia y llegar a donde estaban las grayas. Éstas eran tres brujas ciegas, hermanas de las gorgonas. Sólo veían gracias a un único ojo que compartían entre ellas y que les daba el don de la clarividencia. Eran despiadadas y crueles.
Perseo pudo astutamente robarles el ojo a las tres brujas, que, indefensas, cedieron a decirle donde encontrar a sus hermanas. Además de darle el consejo de acudir con las ninfas del Estigia, hijas de Hades, que podrían ayudarlo aún más. El héroe les devolvió su ojo, ante lo cual, las grayas lo maldijeron con morir al enfrentarse a sus hermanas, previniéndolas con una voz poderosa que las gorgonas escucharon a distancia.
Perseo partió a ver a las ninfas del Estigia, bellas deidades hijas de Hades y Perséfone. El rey del inframundo sabía bien que su sobrino iba en la peligrosa travesía y le prestó su propiedad más valiosa, el casco de invisibilidad que habían forjado los cíclopes para vencer a los Titanes en la edad antigua. Las ninfas le dieron la reliquia con la promesa de regresarla una vez terminada la tarea.
El héroe llegó al Erebo, la región más obscura del Inframundo, donde habitaban las gorgonas. Ellas sabían que él iria trás Medusa, y podían olfatear su carne, mitad humana y mitad divina. El lugar donde residían estaba plagado de estatuas, anteriormente hombres, que al ir en la búsqueda de la gorgona habían perecido al ver su mirada y quedar convertidos en piedra.
Medusa, Esteno y Euriale buscaron a tientas a Perseo, invisible gracias al casco de Hades. Él no podía mirar directamente a Medusa porque si no moriría transformado en piedra, asi que observó a través del brillante escudo otorgado por Atenea. La gorgona lo invitaba a mirarla, a acercarse más. Pero entonces, de un tajo, Perseo cortó la cabeza de Medusa, guardándola en un saco y acto seguido escapó del lugar. Esteno y Euriale, las inmortales, quedaron impasibles ante la muerte de su hermana.
Perseo devolvió el casco de invisibilidad a Hades, pero conservó las sandalias aladas, la hoz y el escudo que le habían regalado sus medios hermanos, Atenea y Hermes. Y se dirigió de regreso a casa, pero en el transcurso vio al titán Atlas, fatigado por su eterna carga de soportar el peso de los cielos. Sintió pena por él y le mostró la cabeza de Medusa, convirtiéndolo en piedra y transformándolo en el monte Atlas, liberándolo de su castigo.
Retomó su camino, pero se topó esta vez con el amor de su vida, Andrómeda, la princesa de Etiopía, que había sido encadenada a una roca en el mar para ser devorada por Ceto, una monstruosa y antigua deidad de las tenebrosas profundidades del mar. Su madre Casiopea, aseguró que su hija era más bella que las hijas de Poseidón, ante lo cual, el dios, furioso por la insolencia, mandó a Ceto a destruir la ciudad y sus habitantes o a recibir, a cambio, a la princesa etiope.
Perseo, enamorado de Andrómeda, la liberó de sus cadenas y luchó contra Ceto. La monstruosa deidad fue herida por la hoz mágica de Perseo, que volaba audazmente entre sus garras. Pero al ser una deidad era inmortal, por lo que finalmente fue derrotada al mirar la cabeza de Medusa, que el héroe le mostró, instantaneamente convirtiéndola en un gran coral.
Andrómeda contrajó nupcias felizmente con Perseo, pero en la boda apareció el que se supone era su prometido anterior, Agenor, junto a un pequeño ejército de soldados suyos. Todos lucharon contra Perseo, que venció a varios. Pero el pleito era bastante desigual, así que sacó la cabeza de Medusa y convirtió en piedra a sus enemigos.
Perseo viajó a Serifos junto a su amada esposa. Llegó al palacio del rey Polidectes, que había continuado acosando a su madre, que se había refugiado en un templo cercano junto a Dictis, el pescador hermano del rey. El joven héroe entró al salón de la corte aseverando que había traído la cabeza de Medusa. El rey se burló de él junto con su corte, todos incrédulos de tal milagro. Perseo sacó la cabeza y convirtió a todos en piedra.
Dictis y Danaé contrajeron matrimonio y gobernaron Serifos como buenos reyes. Perseo regresó a Argos para buscar a su abuelo y perdonarlo por sus acciones. Pero el rey huyó lejos. El héroe lo siguió, pero en Larisa se efectuaban unos juegos en los que participó. En el lanzamiento de disco, Perseo lo lanzó con tal fuerza que salió fuera de la vista y recorrió el mundo, golpeando a Acrisio en donde sea que estuviera y matándolo, cumpliéndose la profecía del oráculo.
Perseo no quiso gobernar Argos, la tierra que le pertenecía por derecho y la cedió, fundando una nueva ciudad, Micenas, donde viviria junto a Andrómeda que le daría siete hijos y junto a la que viviría feliz por el resto de su vida mortal, pero Zeus le hizo un último regalo: recompensó a Perseo con la inmortalidad y una existencia en el cielo junto a su amada Andrómeda.
La historia de Perseo puede verse simplemente como una bella y fantástica narración o como un medio para contarnos grandes verdades encerradas en símbolos. El mito nos ofrece varios niveles simbólicos que van dándonos mensajes diferentes, esto gracias a la multidiscursividad del mito.
El mito de Perseo es muy antiguo, sitúandose en una época cuando las viejas deidades del universo continuaban co-rigiendo el cosmos, en conflicto con las fuerzas Olímpicas, los nuevos dioses. Hijas de Forcis y Ceto, las gorgonas son deidades monstruosas que revelan el gran poder del océano furioso, que, anteriores a los dioses del Olimpo, no se ponen bajo su tutela. Su comportamiento brutal y su apariencia terrorífica indican que pertenecen a un estadío primitivo anterior a la Grecia clásica, cuando las fuerzas de la naturaleza se veían como espíritus devastadores.
En las religiones y mitologías, es siempre importante el cambio, el paso de las nuevas deidades, en forma, por sobre las antiguas, regenerándose una y otra vez el campo intelectual y espiritual. La lucha contra los titanes había finalizado, pero todavía quedaban varias divinidades conflictivas en el cosmos. Cabe destacar que estas deidades anteriormente tenían aspectos positivos en el viejo Orden del Mundo, pero en el Nuevo resultan obsoletas y hasta destructivas.
Perseo es hijo de la virgen Danaé y Zeus, el rey de los dioses del Olimpo. Su carácter como un dios solar se observa desde el principio, ya que su madre fue encinta por Zeus en forma de luz de oro solar, un brillo cegador que revela el carácter puramente espiritual de la concepción del héroe. Atenea y Hermes son los guardianes y guías de Perseo, destacando entonces la agudeza mental, el ingenio, el conocimiento y gran sabiduría que poseía. Las sandalias aladas simbolizan esta agilidad intelectual, y más que eso, una capacidad para ascender al Cielo, la esfera espiritual.
Las gorgonas en cambio simbolizan las fuerzas destructivas, las tinieblas, el océano furioso, la Tierra, la obscuridad y la muerte. Recordemos que Medusa fue castigada por acostarse con Poseidón dentro del templo de Atenea. Esto representa la lujuria y los bajos instintos por sobre el conocimiento, la sabiduría y la espiritualidad.
Perseo entonces, vence a Medusa, a esa parte bestial y destructiva que todos tenemos dentro. Para esto, él necesita bajar al Inframundo, al mundo inconsciente, la parte más obscura y oculta de nuestra psiquis, donde se alojan los más bajos instintos, deseos reprimidos y miedos más grandes. El casco de invisibilidad de Hades es esa parte etérea y espiritual que no podemos ver y que adquiere el héroe. Las gorgonas, al ser encarnaciones de la materia no son capaces de percibir a Perseo, que es un ser espiritual, sólo pueden buscarlo a tientas con sus sentidos, pero no lo encontrarán porque es algo invisible, etéreo.
La posterior derrota de Ceto, la obscura deidad del mar, madre de las gorgonas, las grayas y una serie de monstruos, representa nuevamente a Perseo como un vencedor sobre las aguas del subconsciente y el inconsciente. Él ya pudo enfrentar a sus demonios e incluso destruir a un titán con el nuevo poder que ha adquirido, la fuerza de sus temores, deseos y pasiones, pero enfocadas hacía la luz, al intelecto y al espíritu.
Perseo libera a Andrómeda que se halla encadenada en una roca en el mar, es decir, atada en el subconsciente y también en la materia, misma que está dispuesta a devorarla. El héroe corta sus cadenas y la lleva consigo, al mundo de las ideas, al reino espiritual que él ya ha alcanzado. Andrómeda simboliza al amor alcanzado finalmente después de las pruebas de autoconocimiento y autorealización.
La mirada de Medusa es esa parte inconmesurable de la divinidad que no todos pueden ver, ya que si lo hacen, es inevitable la muerte. Pero Perseo fue capaz de observarla, no directamente, sino a través del espejo de su escudo, a través de sí mismo, al identificarse con su propio mal, su propia obscuridad, se da cuenta del gran poder que encierra la gorgona, pero también que ese poder es suyo y está dentro de él. Después de la muerte de Medusa, Perseo tiene el poder del monstruo, se ha dado cuenta de su gran fuerza interna, misma que, quien quiera que la vea, sea humano, dios o titán, tendrá el destino de convertirse en piedra.
La historicidad de Perseo es algo que no vale la pena de ponerse en duda o no. La antigüedad del mito hace del héroe alguien equiparable a Moisés, Homero o Valmiki, de quienes no se sabe con seguridad de su existencia histórica. Sin embargo cabe destacar varios aspectos. Uno de ellos es que si es bien cierto que Perseo vence a las antiguas deidades del mar, él mismo está relacionado con el agua.
Es arrojado al mar en un sarcófago, de igual manera en que Osiris es arrojado en un ataúd al Nilo y Moisés es depositado en la canasta en el mismo río sagrado. Aquí es donde Perseo es rescatado por un pescador y a su vez, se hace de oficio pescador. Él es también hijo del océano, y por tanto tiene poder por sobre estas fuerzas marinas.
El pescador está relacionado con el signo de Piscis, el misticismo; y al igual que Jesús de Nazareth, cuyo símbolo era el pez y que entre sus discípulos tiene a varios "pescadores", Perseo sin lugar a dudas era un gran místico y un Christos, un Hijo de Dios. Aquí el término "pescador" no es precisamente quien busca peces, sino quien trata con los hombres para llevarlos al espíritu, que no está fuera de ellos, sino en su interior.
La iniciación de Perseo se observa en el momento en que viaja al Inframundo, cuando sufre la muerte simbólica. Ahí debe robar el "ojo" de las grayas, que es la apertura del tercer ojo, del chakra de la mente para posteriormente abrir el séptimo y último chakra, el del espíritu, que se concreta cuando le es entregado el casco de la invisibilidad, que no es otra cosa que el poder espiritual pleno, lo etéreo que el iniciado aprendió con Hades, el rey del submundo, quien tiene los secretos más allá de la muerte, más allá de la materia, en el reino del Espíritu.
Posteriormente, Perseo prosigue a vencer a sus demonios, a sus titanes destructivos, a Medusa y sus hermanas, así como el Buddha Siddharta vence a Mara y Jesús el Cristo a Lucifer. Aquí el héroe recibe el poder de la segunda prueba, la del demonio interno, que, según la tradición antigua, debe servirle hasta el final. Perseo ha demostrado el poder del espíritu por sobre el de la materia, la vida sobre la muerte, la luz sobre la obscuridad.
Después de esto, Perseo regresa al mundo, resucitado, pues ya ha regresado de la tierra de los muertos, para liberarlo de la ilusión de la aparente realidad del mundo material, para llevarlos al reino espiritual de su padre, Zeus.
Así vemos a un Perseo condolido por la situación de Atlas, al que por medio de su poder, transforma en piedra librándolo del castigo eterno de soportar el cielo. Aquí el titán es la humanidad cargando al mundo espiritual a su espalda sin notar que está dentro de ella misma.
La cabeza de Medusa comparte un rico significado relacionado con otras "cabezas" sagradas, como la de Orfeo, Osiris o Juan el Bautista, estás representan en cierto sentido el Santo Grial, la copa de la inmortalidad, el Baphomet de los Templarios. Este nombre que significa, entre otras cosas, "Cabeza de conocimiento", "Bautismo de inteligencia", "Padre del templo de la luz de todos los hombres", sigue encerrando el sentido del conocimiento, la inteligencia y la espiritualidad por encima del reino físico.
Esta referencia griálica, se observa además en cierto hecho: cuando muere la gorgona, un lado de la sangre que emana de su cabeza es mortalmente venenosa, una gota, y el ser que la toque morirá al instante; pero el otro lado sirve para curar, dar inmortalidad e incluso traer a los difuntos de regreso de la muerte. El Grial es el contenedor de la sangre divina, capaz de hacer inmortal a quien beba de ella. La sangre, puede matar o dar vida a quien la use, pero tiene que saber utilizar su poder o morir en la ignorancia.
Andrómeda también es la humanidad, atada por la vanidad (representada en su madre, Caciopea), atrapada en el mundo del subconsciente, en las aguas del destino, manipuladas por una realidad material y los vicios y la destrucción que vienen a devorarla, simbolizados en Ceto. Pero Perseo logra liberarla del monstruo, mismo que destruye con su fuerza interna, y la lleva cargando, con sus sandalias aladas, hacía el Cielo.
Las posteriores confrontaciones contra el ejército y el prometido de Andrómeda y contra el rey Polidectes representa esa parte materialista, incrédula y viciosa, que no es capaz de ver al creer, sino que necesita pruebas, aún de lo inmanente y lo que no se puede ver.
Pero en su afán de mirar esta divinidad que resulta incognoscible, no pueden resistir la Realidad Última, la Verdad Suprema, y mueren convertidos en piedra por el poder de ésta. Esto tiene relación con la mujer de Lot convertida en estatua de sal al ver la magnificencia de Yahvéh al destruir Sodoma y Gomorra y con Arjuna horrorizado al ver la infinidad de Vishnú manifestado en Krishna.
Finalmente, Perseo y su esposa, Andrómeda, se vuelven inmortales y ascienden al Cielo, al Olimpo y a lo más alto de las estrellas. Perseo, más que ser un guerrero físico, es uno espiritual, un místico que se entrega en su fervor al Dios Altísimo. El héroe se hace uno con su padre Zeus, alcanza la iluminación y se funde con el Infinito y Eterno.