El siguiente, es un fragmento del texto de Eliphas Levi, titulado "Dogma y Ritual de Alta Magia". Es un texto pequeño pero lleno de significado, que nos expresa una enseñanza que, si bien, resulta profética en cierto sentido, resulta aún más impresionante en la cuestión de presentar la espiritualidad como una sola, unificando Dios, hombre y mundo...
-¿Qué es el hombre? - preguntó la
Esfinge a la Cruz. Y la Cruz respondió a la Esfinge preguntándole: -¿Qué es
Dios?
Diez y ocho veces, el viejo
Ahasverus, dio vueltas al globo; entre el final de todos los siglos, y en el
comienzo de todas las generaciones, pasó cerca de la Cruz muda y delante de la
Esfinge inmóvil y silenciosa. Cuando estuviera cansado de caminar siempre, sin
llegar a ningún lado, es que él reposará y entonces, la Esfinge y la Cruz
hablarán a su vez para consolarlo.
-Yo soy el resumen de la
sabiduría antigua – dirá la Esfinge. Soy la síntesis del hombre. Tengo una frente
que piensa y pechos que se inflaman de amor, tengo garras de león para la
lucha, flancos de toro para el trabajo y alas de águila para subir a la luz.
Sólo fui entendida en los tiempos antiguos por el ciego voluntario de Tebas,
este gran símbolo de la misteriosa expiación, que debía iniciar a la humanidad
en la eterna justicia; pero ahora el hombre no es más el hijo maldito, que un
crimen original hace exponer la muerte de Cytheron; el padre vino, a expiar el
suplicio del hijo, la sombra de Layo generó los tormentos de Edipo, el Cielo
explicó al mundo mi enigma en esta Cruz. Es por eso que yo me callo, esperando
que ella misma se explique al mundo; reposa Ahasverus, porque es aquí donde
termina tu doloroso viaje.
-Yo soy la llave de la sabiduría
futura - dirá la Cruz – Soy el signo glorioso del stauros, que Dios colocó en
los cuatro puntos cardinales del Cielo para servir de doble eje del Universo.
Expliqué en la Tierra el enigma de la Esfinge, dando a los hombres la razón del
dolor: logré consumar el simbolismo religioso realizando el sacrificio. Yo soy
la escalera sangrienta por la cual la humanidad sube a Dios y por la cual Dios
desciende hacia los hombres. Yo soy el árbol de sangre, y mis raíces beben en
toda la Tierra, para que no se pierdan, y formé en mis brazos frutos de devoción
y amor.
Soy la señal de la gloria porque
revelé la honra; y los príncipes de la Tierra me colgaron al pecho de los bravos.
Uno de ellos me dio un quinto brazo para hacer de mí una estrella; pero siempre
me llamo Cruz. Tal vez aquel que fue el mártir de la gloria previa al
sacrificio, quería, aumentando un brazo a la cruz, preparar un descanso para su
propia cabeza al lado de la de Cristo.
No temas, Ahasverus, no temas mi
sombra. El crimen de tu pueblo se tornó el del Universo, porque también los
cristianos crucificaron a su Salvador. Ellos lo crucificaron lanzando a los
pies su doctrina de la comunión, ellos lo crucificaron en la persona de los
pobres, ellos lo crucificaron maldiciéndote a ti mismo y prescribiendo tu
exilio; pero el crimen de todos los hombres, los envuelve en el mismo perdón; y
tú, Caín humanitario, tú, el más viejo de los que la Cruz debe rescatar, ven,
reposa bajo uno de mis brazos, todavía teñido con la sangre del Redentor.
Después de ti vendrá el hijo de
la segunda Sinagoga, el pontífice de la ley nueva, el sucesor de Pedro; cuando
las naciones hayan proscrito todo, cuando no hubiera sino la corona del
martirio, y cuando la persecución haya hecho sumiso y dócil como el justo Abel,
entonces vendrá María, la mujer regenerada, la madre de Dios y de los hombres,
y ella reconciliará al judío errante con el
último Papa, después comenzará de nuevo la conquista del mundo para
darlo a sus hijos. El amor regenerará las ciencias, la razón justificará la fe.
Entonces seré el Árbol del
paraíso terrestre, el Árbol del Bien y el Mal, el Árbol de la libertad humana.
Mis inmensas ramas cubrirán al mundo entero y las poblaciones abrigadas descansarán
debajo de mi sombra; mis frutos serán el alimento de los fuertes y la leche de
los niños y las aves del cielo, esto es, los que pasan cantando, llevados en
las alas de la inspiración sagrada, estos reposarán en mis ramas, siempre
verdes, siempre cargadas de frutos. Reposa pues, Ahasverus, en la esperanza de
ese bello porvenir, porque aquí es el término de tu doloroso viaje.
Entonces el judío errante,
sacudiendo el polvo de sus pies doloridos, dirá a la Esfinge:
-¡Yo te conozco desde hace mucho!
Ezequiel te veía, atada en ese carruaje misterioso que representa el Universo y
cuyas ruedas estrelladas giran unas en las otras. Realicé por segunda vez los destinos
errantes de Cytheron, como él, y maté a mi padre, sin conocerlo, cuando él
decidió realizarse y cuando llamé sobre mí la venganza de su sangre, me condené
a mí mismo a la ceguera y al exilio. Yo huía de ti y te buscaba siempre, porque eres la causa primera de mis dolores. Pero tú viajabas penosamente como yo,
por caminos diferentes, debíamos llegar juntos, bendita seas tú, el genio de
las edades antiguas, por haberme llevado al pie de la Cruz.
Después, dirigiéndose a la propia
cruz, Ahasverus, dirá enjuagando su última lágrima:
-Desde hace diez y ocho siglos te
conozco, porque yo te vi llevada por el Cristo que sucumbió sobre ese fardo.
Volteé la cabeza y te blasfemé entonces, porque todavía no había iniciado en la
maldición; era mi religión el anatema del mundo para hacerle comprender la
divinidad del maldito; es por eso que sufrí con coraje mis dieciocho siglos de
expiación, viviendo y sufriendo siempre en medio de las generaciones que morían
a mi alrededor, asistiendo a la agonía de los imperios y atravesando todas las
ruinas y miraba con ansiedad para ver si estabas caída, y después de todas las convulsiones
del mundo, siempre te veía de pie.
Pero no me aproximaba a ti, porque los grandes del mundo te habían profanado y hecho de ti el patíbulo de la Libertad Santa. No me aproximaba a ti, porque la Inquisición había entregado a mis hermanos a la hoguera en presencia de tu imagen, no me aproximaba a ti por que no hablabas lo que los falsos ministros del Cielo hablaban en tu Nombre, de daños y venganza, y sólo podía oír las palabras de misericordia y unión. Por eso, desde que tu voz llego a mi oído, sentí mi corazón cambiado y mi consciencia se calmó. ¡Bendita sea la hora que me llevo al pie de la Cruz!
Pero no me aproximaba a ti, porque los grandes del mundo te habían profanado y hecho de ti el patíbulo de la Libertad Santa. No me aproximaba a ti, porque la Inquisición había entregado a mis hermanos a la hoguera en presencia de tu imagen, no me aproximaba a ti por que no hablabas lo que los falsos ministros del Cielo hablaban en tu Nombre, de daños y venganza, y sólo podía oír las palabras de misericordia y unión. Por eso, desde que tu voz llego a mi oído, sentí mi corazón cambiado y mi consciencia se calmó. ¡Bendita sea la hora que me llevo al pie de la Cruz!
-Entonces una puerta se abrirá en
el Cielo y la montaña del Gólgota será su suelo, y delante de esta puerta, la
humanidad verá con admiración, la Cruz radiante guardada por el judío errante,
que colocará a sus pies el bastón de viaje, y por la Esfinge, que extenderá sus
alas y tendrá los ojos brillantes de esperanza, como si fuese a tomar un nuevo
vuelo y a transfigurarse.
Y la Esfinge responderá a la pregunta de la Cruz, diciendo:
-Dios es aquel que triunfa del mal por la prueba de sus hijos, aquel que permite el dolor, porque posee en sí el remedio eterno; Dios es aquel que Es, y delante de quien el mal no existe.
-Dios es aquel que triunfa del mal por la prueba de sus hijos, aquel que permite el dolor, porque posee en sí el remedio eterno; Dios es aquel que Es, y delante de quien el mal no existe.
Y la Cruz responderá al enigma de
la Esfinge:
-El hombre es el hijo de Dios que se inmortaliza al morir, y que se liberta por un amor inteligente y victorioso, del tiempo y de la muerte; el hombre es aquel que debe amar para vivir y que no puede amar sin ser libre, el hombre es el hijo de Dios y de la Libertad.
-El hombre es el hijo de Dios que se inmortaliza al morir, y que se liberta por un amor inteligente y victorioso, del tiempo y de la muerte; el hombre es aquel que debe amar para vivir y que no puede amar sin ser libre, el hombre es el hijo de Dios y de la Libertad.