Cuando los seres humanos comenzaron a visualizar a su deidad, la primera impresión que tuvieron de Dios, fue que era en realidad Diosa. La Divinidad comenzó con imagen y figura de mujer, convirtiéndose en la madre de todos.
En la antiguedad más remota, los hombres salían a cazar y a recolectar frutos; en tanto que las mujeres se quedaban en casa para el cuidado y la instrucción de los hijos, la preparación de los alimentos. Si un hombre regresaba herido, eran las encargadas de sanarlo con sus conocimientos medicinales y eran además, el vínculo directo con las deidades.
Esto era, porque las mujeres poseían un don más allá de la comprensión de cualquier mortal: la capacidad de dar la vida. Esto, fuera de verse con superstición por ser algo aparentemente "desconocido", se veía con reverencia, ya que dar la vida es algo divino, reservado sólo a los dioses, o en este caso, diosas.
La Venus de Willendorf es la prueba más antigua de la adoración a la Diosa, aunque no la primer imagen de la Divinidad, ya que es probable que existieran figurillas con su efigie labradas en hueso o madera, pero seguramente han sido consumidas por el tiempo. La Gran Madre se manifiesta en la Tierra, la Luna y la Naturaleza en general.
Ella es la materia y la vida terrena. De su vientre virgen venimos, sólo fecundado por el poder de la lluvia, el líquido que viene del Cielo, nuestro Padre. Al morir, regresamos nuevamente a su vientre, para renacer como algo más.
La imagen de la Diosa resulta primordial para todas las religiones, ya que en balance con el Dios, complementan a la Divinidad Suprema. Como el otro lado de la misma moneda, los dioses tienen a sus contrapartes femeninas, que tienen tanto poder como ellos, o en algunos casos más. Isis es quien por medio de su magia reúne los pedazos nuevamente en Osiris y le regresa la vida; Hera compite en poder con su esposo Zeus, para probar a los mortales; Durga vence al demonio Mahisha, al que ningún dios podía vencer.
Dios como mujer es una figura relevante, que nos enseña que no son el sexo débil, sino que tienen sus propias fuerzas, tanto físicas como espirituales. El dios patrono de Atenas era por quien recibía el nombre: Atenea, diosa de la sabiduría y la estrategia, una deidad muy poderosa que podía enfrentarse sin dudarlo a Ares, señor de la guerra, o a Hefesto, el herrero de los dioses.
Pero a pesar de su gran fortaleza y sabiduría, la Gran Madre reúne otras características que la acercan más a los seres humanos: su compasión y misericordia, su afán de protección y su amor por la humanidad. Atributos que sólo una madre podría tener, ahí radica su importancia. Incluso en las religiones monoteístas podemos ver su imagen: como la Virgen María en el cristianismo, como la shekinnah o el halo de luz que cubre a los santos y profetas del judaísmo, cristianismo e Islam.
La Diosa es una figura relevante en nuestras vidas. La vemos manifestada en la Luna que nos ilumina y protege en la obscura noche; es la Tierra que nos da sus frutos para alimentarnos y que nos recoge cuando alcanzamos el eterno sueño; es el espíritu dador de vida y las mujeres que vemos día con día: nuestras madres, nuestras hermanas, esposas, novias, amigas; porque en ellas reside la divinidad, la Diosa.
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