martes, 7 de abril de 2009

El problema del Ser

Si los seres humanos bien vemos el lenguaje como aquello que da significado a las cosas, esto no es de esta manera. El lenguaje no hace significar los conceptos de las cosas que son, sino que designa que son.

Una de las características del lenguaje es su arbitrariedad, que significa que el significante fue propuesto de una manera indiscriminada, al azar; no significando realmente lo que es el objeto o cosa que tal o cual palabra designe, sino que simplemente lo designa, lo atrapa y etiqueta.

El lenguaje en sí, no establece lo que el ser es, sino que simplemente lo nombra, le da un concepto para designarlo, sin que dicho concepto verdaderamente evoque lo que el ser es, o si quiera nombre alguna cualidad o característica del ser.

Dentro de la cuestión ontológica que maneja Aristóteles, el lenguaje se encuentra por debajo de la esencia y del ser, siendo utilizado para los actos cognitivos de los hombres que necesitan ser capaces de establecer lo que es, por medio de conceptos que evoquen lo que es.

Sin embargo es importante recalcar que dichos conceptos no son, solo son significantes. El verdadero significado se encuentra ligado a la esencia, a lo que el significante pretende evocar.

La importancia de poseer dichos significantes es muy grande para los seres humanos, ya que de ello depende su discurso, su diálogo y su comunicación que constituyen la base de su sociedad. Porque desde que el lenguaje llegó a ser parte del hombre, se ha convertido en una parte fundamental y constituyente de éste, siendo indisoluble de su pensamiento y viceversa. De manera que pensamos dialogando y dialogamos pensando, en un círculo vicioso que sigue y sigue. He de ahí la importancia de designar a las cosas que son con conceptos, símbolos significantes.


Ontológicamente, el ser posee una unidad a pesar de la infinidad. Reflejado en el lenguaje, que abstrae a la esencia y al ser, las palabras pueden resultar ser homónimas o sinónimas, lo que no tiene nada que ver con el significante, con el concepto; sino que por el contrario, tiene que ver con el significado.

Concretamente, los sinónimos, son diferentes conceptos cuyo significante es completamente diferente, pero cuya esencia es la misma, representan al mismo ser. He ahí que es la prueba irrefutable (aunque controvertida e incluso contradictoria) del ser como infinidad en la unidad.

Sin embargo también existe lo opuesto en cuanto a términos y conceptos (pero no en cuanto al ser) que es la homonimia, que un mismo concepto posea varios significados. Tal, irónicamente, es el caso de la palabra “ser”, que resulta ser homónima, en cuanto a que podemos hablar del ser en cuanto al ser, de la misma forma en que podemos designar al ser en cuanto a un hecho accidental, como fuera relacionarlo con alguna característica, un adjetivo

El ser se encuentra muy por encima de la esencia, que solamente resulta ser un adjetivo de éste, al igual que todas las categorías son adjetivos de la esencia. Por ejemplo, al ser se le puede atribuir una serie de virtudes y vicios, sin embargo, ellos quedan relegados a segundo plano.

En primer plano queda el ser, el ser en cuanto al ser. Éste es y nada más. Las cualidades como la esencia y las cualidades de ésta, quedan relegadas a un segundo plano, a una jerarquía inferior.

Y es que podemos observar como los seres humanos utilizamos con frecuencia la homonimia de los sinónimos. Esto ocurre, por ejemplo, cuando utilizamos el término Bien, que sólo se refiere a un Bien, universal, pero que da paso a bienes particulares, como son el bien de virtud, el bien de cualidad, el bien de cantidad, el bien del tiempo, etc., siendo que en esencia, solamente hay un solo Bien.

De la misma forma ocurre con el Ser, que simplemente es Uno en la Infinidad y la Infinidad en Uno, pero que el hombre se digna a homonizarlo, haciendo del Ser muchos seres, partiendo la Esencia en varias esencias, transformando lo que Es en accidente, en apariencia, como hacen los sofistas.

Y la finalidad no es que los seres humanos homonizen al Ser y lo conserven de ésa manera, sino que la finalidad del lenguaje y de la homonimia es la de darle sentido y de volverlo comprensible o por lo menos entendible para los seres humanos. No olvidando por supuesto la sinonimia del Ser, no olvidando la Esencia verdadera de las cosas, de la cosa, que resulta ser… el Ser.

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