Muchas veces hemos escuchado decir esa frase tan célebre del Hamlet shakesperiano: "Ser o no ser, ésa es la cuestión (ó ése es el dilema)". Sin embargo muchos podrán repetirla y realmente no comprender la profundidad de ésas palabras.
En la vida existen tres cuestiones diferentes: lo que debemos ser, lo que queremos ser y lo que somos. La pregúnta de Hamlet, o mejor dicho, la de Shakespeare, ya que el fue el maestro que forjó esa frase, se refiere a estas tres cuestiones, dilemas que pasan desapercibidos la mayor parte del tiempo y a los que sólo tomamos atención cuando un cambio profundo y enorme sucede en nuestra vida.
La primera, lo que debemos ser, es una cuestión más que nada social, tiene que ver con lo que la gente espera de nosotros o lo que desea de nosotros. Aquí entra la moralidad, esa carga social que nos remuerde la conciencia cada vez que no somos lo que la sociedad, nuestra familia, nuestros amigos, quieren que seamos. Esto afecta incluso nuestras preferencias e ideas, ya que no podemos desenvolvernos fuera de ese patrón de lo que quieren de nosotros.
Y es díficil desentenderse del deber ser, más aún cuando se trata de gente a la que queremos y que nos quiere. El defraudarlos o decepcionarlos no termina en un sentimiento negativo por parte de ellos, los afectados, sino que afecta aún más a la persona del dilema, la decepcionante.
Por otra parte, el querer ser es una cuestión individual, usualmente respondería como una liberación del estigma del deber ser, no siempre es así. Es la voluntad sin fuerza de las personas y no me refiero a cuestiones de imagen o fisicas, sino a cuestiones de carácter de personalidad.
Los seres humanos siempre desean aquello que no pueden tener o en este caso, lo que no pueden ser. Tal vez suene amoral o incluso inmoral lo que voy a mencionar, pero en algún momento el hombre casado preferiría viajar por el mundo sin su mujer; una madre desearía haberse escapado con aquél hombre apuesto que la seguía; un viejo de vida tranquila desea haber vivido grandes aventuras; y así cada quién desea ser algo que no es.
En ocasiones tratan fervientemente de serlo, pero es pura apariencia, la escencia está abajo de la piel. Y la apariencia es tan simple como que alguien rechace algo que le gusta por el simple hecho de que no es lo que el quiere ser.
Y en muchas ocasiones el querer ser se funde con el deber ser y es un monstruo enorme bastante díficil de vencer. De por sí como entes separados son poderosos enemigos del ser, unidos son implacables. Sólo una voluntad con fuerza suficiente podrá ponerlos en su lugar, no destruirlos, porque siempre vivirán como fuerzas ocultas, esperando el momento de surgir de nuevo. En los que no tengan la fuerza se verán como guías y aún más, como dictadores de su destino.
Por último, esta lo que somos. Ésta es la parte que casi nunca vemos, siempre oculta trás lo que debemos y queremos ser, la cara real que el mundo nunca ve. Es una cuestión muy desapercibida, ya que siempre inmersos en el deber, en el querer, no nos ocupamos de lo que somos. Es esa parte incómoda a veces que no queremos o simplemente no mostramos a los demás, por miedo a defraudarlos o a no encajar o porque deseamos ser otra persona, alguien más.
Pero somos lo que somos, aunque suene tonto, y debemos aceptarnos tal cuál. Sócrates citó una frase muy célebre del Templo de Delfos: Conócete a tí mismo... Y entonces debemos ,y no por el hecho de deber hacerlo a fuerza sino porque realmente lo deseamos, conocernos y mostrar al mundo como somos en realidad, sin apariencias.
Tal vez el mundo reaccione de una manera que no deseamos, eso es lo que más tememos, pero los que tengan suficiente voluntad y fuerza podrán lidiar con ello. Eso es lo verdaderamente importante, porque es lo que cada quién es, no más, no menos. Y si la gente aprende a querer aquello que somos, y no lo que quieren que seamos, serán afortunados. La gente que es como es no necesita la aprobación de nadie, pues es afortunada de por sí.
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